De regreso en casa

Pasaron unos días mas desde aquella llamada con Alice. Le dí varias vueltas al asunto de Bella Swan siempre teniendo como resultado que nada me alejaría de mi familia...ilógico era pensar que una criatura sea mandada como mi propio infierno personal y yo no tuviera la oportunidad de pelear contra la irrefrenable angustia de su sangre. De enterrar la dentadura en su frágil cuello y rompérselo por la fuerza que tendría mi mordida. Y pensar en eso tampoco ayuda. A excepción de este momento, ya había dado totalmente por zanjado aquel tema y me decidí a regresar con mi familia ¿Cómo estaría Esme? ¿Carlisle seguiría preocupado como Alice me había dicho en su llamada? De todos, Carlisle fué el único en saber donde iría, la despedida tampoco fué del todo agradable.

Me sentía fatal por haber herido sus sentimientos de esa forma, sobre todo por que el era el hombre que tanto había cuidado de mi incluso cuando aún no me había convertido. El era realmente mi padre, alguien que admiraba por un autocontrol que ahora caigo en cuenta no poseo. Me pregunto... Si, me preguntaba quien estaría en casa en estos momentos. Era la tarde temprana, había estado viajando apenas dos horas cruzando la franja norte del país a una velocidad incalculable en el Mercedes de Carlisle cuando por fin llegué a casa.

Crucé el umbral que deslumbraba de Luz tenue. Me saqué la chaqueta azul desgastado y la acomodé en el perchero oculto detrás de la guardilla a un lado del recibidor.

- ¿Alguien en casa? - una pregunta retumbó en el espacio amplio de la sala.

Miré hacia el fondo: los muebles pulcros, las pinturas que aún permanecían ocultas por los coleccionistas a excepción de los mas grandes que eran Carlisle y Esme, las esculturas en los estantes. Pero mas que nada, era mi hogar. La idea que una insignificante criatura como Bella Swan me hubiera alejado de ahí volvió a hacerme cerrar los puños, odiarla.
Mi piano estaba a un costado de todo aquello, con sus acabados relucientes de negro. Tomé asiento en el largo taburete acolchonado y abrí la tapa de las teclas, admirándolas.
Si lo tocaba ahora, seguramente la frustración conmigo mismo me haría estropear semejante instrumento.

- ¿Alguien? - volví a preguntar casi en un susurro.

La voz me hizo cerrar la tapa, volviendo a dejar en la oscuridad a las teclas. Realmente me arrepentí por no poder tener un mayor autocontrol cuand admiré a mi madre, con ese semblante de real alegría por tenerme nuevamente en casa. Me aproximé bajando la mirada de repente sintiendome avergonzado por hacerle pasar todo aquello.

- Lo tocaré mas tarde para ti, mamá.- expresé con algo mas que alegría en el tono de mi voz.

En todo el tiempo que estuve en Alaska la imagen de mi familia reconfortandome fue algo en qué apoyarme para poder juntar el valor y voluntad para enfrentarme a la creciente tentación de el aroma de Bella Swan. Rosalie seguramente seguiría refunfuñando sobre lo dramático que fui al hacer un espectáculo en la cafetería, frente a todo el instituto. Ella por supuesto siempre se encargó de demostrarme su particular desagrado, aunque muy en el fondo sabía que si me quería. Sin embargo, si había alguien en el extremo contrario de Rosalie, aquella persona era Esme. Siempre apoyandome, siendo mi cómplice junto con Alice...siempre acompañándome en mi soledad.

Era una de las personas que hacían que mi noche sin estrellas fuera un poco mas tolerable, menos solitaria.

Me aproximé hacia ella, sonriéndole de lado y abrazándole con real sentimiento. No había palabras para decirle lo mucho que sentía haberme ido sin despedirme.

- Lo siento, Esme...- me disculpé, pues era lo menos que podía hacer.- No quise irme de la forma que lo hice, pero fué lo mejor para todos. Lo que menos quería era comprometerlos a alguno de ustedes si...

De nuevo, los ojos de Bella Swan saltaron en mi mente. Con esa mirada confusa, intentando perpetrar en algo que n estaba seguro de qué era. Es ridículo que siga pensando en ella. Lo he superado.

- ...si perdía el control.- completé, mirándole de lleno.

Ojos amorosos negaron culpas internas que de cualquier forma tenía muy arraigadas en mi fuero interno. Sabía que su respuesta sería parecida a la que me daba en este momento, y su mente me llenaba con eventos que sucedieron mientras estuve fuera. Quiso darme a entender que nada había sido como lo era usualmente conmigo rondando por la casa. Bajé la cabeza apenado por ser considerado sin mérito alguno ser el "Hijo Pródigo" que al fin regresaba a casa.
Un regreso que le había devuelto la sonrisa completa, y que yo me sentía tremedamente culpable de haberla llevado conmigo.

- Me sentía completamente solo sin todos ustedes. Tu apoyo y cariño me hizo mucha falta...- le susurré cuando me hube separado para verla con ojos brillantes - Aunque también tuve tiempo para organizar mis ideas cuando pude declinar ahora y para siempre la pregunta de Tanya.

Rodeé los ojos, y le miré divertido. Mi madre sabía de sobra la situación con Tanya, la integrante de la familia de Denalí y lo poco que me interesaba, pero también las pocas ganas que tenía de lastimar tajantemente sus ilusiones sin fundamentos. Le apreciaba, pero había límites que no pasaría.
Mi sonrisa burlona desapareció cuando escuché la pregunta, teñida de duda azorante. Quise sonreir de nuevo de forma torcida, decirle que sí estaba de maravilla, pero no pude.

- No .- Sinceré.- Pero debo intentarlo, no puedo dejar que mi control sea probado por una situación así. Lo haré por todos ustedes...por fin hemos podido buscar una epecie de equilibrio.

Por fin había dejado de torturarme, y vivir con el monstruo que soy envuelto en un empaque angelical.

- Necesito vencer esto. - Dije firme, y le miré.

Ablandé la mirada después de un largo rato de castigo a mí mismo. Dirigí mis pupilas a las de mi madre y le sonreí, le tomé una mano con calidéz.

Habia pasado un tiempo en mi habitación, redecorandola, como hacía casi cada semana, a veces cada varios días. Había tenido una visión, Edward volvia, pero no queria adelantrme a los hechos, como todos sabiamos, mis visiones no eran seguras.

Habiendo acabado bajé las escaleras dando pequeños saltitos y tarareando alguna de las melodias que solia tocar Edward en el piano y que yo voluntariamente acompañaba con un tranquilo y gracioso baile.

De pronto me detuve en seco en el penúltimo escalón, cuando escuché unas voces, voces que venian desde el piano, aquel que estaba recordando debido a la visión- Edward- susurré con los ojos aún cerrados de cuando me concentré por identificar las voces. Sonreí

Rápidamente llegué hacia donde se encontraban Esme y Edward, hablando, me detuve en la puerta en silencio, aún sabiendo que aunque para el oido humano mis pasos delicados eran casi inaudibles, ellos sabían que estaba allí.

Los esperé, esperé que acabaran de hablar mientras me acercaba un poco. Cuando llegué a su lado tomé a Esme por los hombros y besé su mejilla como cada vez que la saludaba, y solté una pequeña risita cantarina antes de abalanzarme sobre mi hermano en un abrazo.